10 BELLOS POEMAS DEDICADOS A LA MUJER

MARIO BENEDETTI

» Vaya, vaya si Dios fuera mujer

es posible que agnósticos y ateos

no dijéramos no con la cabeza

y dijéramos sí con las entrañas.

Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez

para besar sus pies no de bronce,

su pubis no de piedra,

sus pechos no de mármol,

sus labios no de yeso». […]

RUBEN DARIO

«Nada mejor para cantar la vida,

y aun para dar sonrisas a la muerte,

que la áurea copa donde Venus vierte

la esencia azul de su viña encendida.

Por respirar los perfumes de Armida

y por sorber el vino de su beso,

vino de ardor, de beso, de embeleso,

fuérase al cielo en la bestia de Orlando,

¡Voz de oro y miel para decir cantando:

la mejor musa es la de carne y hueso!» […]

LOPE DE VEGA

«Es la mujer del hombre lo más bueno,

y locura decir que lo más malo,

su vida suele ser y su regalo,

su muerte suele ser y su veneno.

Cielo a los ojos, cándido y sereno,

que muchas veces al infierno igualo,

por raro al mundo su valor señalo,

por falso al hombre su rigor condeno.

Ella nos da su sangre, ella nos cría,

no ha hecho el cielo cosa más ingrata:

es un ángel, y a veces una arpía.

Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,

y es la mujer al fin como sangría,

que a veces da salud, y a veces mata». […]

PABLO NERUDA

«[…] Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.

La noche esta estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

Mi alma no se contenta con haberla perdido. […]»

BASILIO SANCHEZ

«La mujer que camina delante de su sombra.

Aquella a quien precede la luz como las aves

a las celebraciones del solsticio.

La que nada ha guardado para sí

salvo su juventud

y la piedra engarzada de las lágrimas.

Aquella que ha extendido su pelo sobre el árbol

que florece en otoño, la que es dócil

a las insinuaciones de sus hojas.

La mujer cuyas manos son las manos de un niño.

La que es visible ahora en el silencio,

la que ofrece sus ojos

al animal oscuro que mira mansamente.

La que ha estado conmigo en el principio,

la mujer que ha trazado

la forma de las cosas con el agua que oculta».

JOSE LEZAMA

«Hervías la leche

y seguías las aromosas costumbres del café.

Recorrías la casa

con una medida sin desperdicios.

Cada minucia un sacramento,

como una ofrenda al peso de la noche.

Todas tus horas están justificadas

al pasar del comedor a la sala,

donde están los retratos

que gustan de tus comentarios […]».

JUAN RAMON JIMENEZ

«¿Qué me copiaste en ti,

que cuando falta en mí

la imagen de la cima,

corro a mirarme en ti?».

Dámaso Alonso.

«[…] Y ha viajado noches y días,

sí, muchos días,

y muchas noches.

Siempre parando en estaciones diferentes,

siempre con una ansia turbia, de bajar ella también, de quedarse ella también,

ay,

para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada,

para siempre dormitar de nuevo en trayectos inacabables». […]

LUIS CERNUDA

«Si el hombre pudiera decir lo que ama,

si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo

como una nube en la luz;

si como muros que se derrumban,

para saludar la verdad erguida en medio,

pudiera derrumbar su cuerpo,

dejando sólo la verdad de su amor,

la verdad de sí mismo,

que no se llama gloria, fortuna o ambición,

sino amor o deseo,

yo sería aquel que imaginaba;

aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos

proclama ante los hombres la verdad ignorada,

la verdad de su amor verdadero.» […]

MANUEL MACHADO

«Rico pan de esta carne morena, moldeada

en un aire caricia de suspiro y aroma…

Sirena encantadora y amante fascinada,

los cuellos enarcados, de sierpe o de paloma…» […]

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